El final del año 2024 nos ha traído varias noches de cielos despejados y ya era hora de sacar el telescopio a estirar las piernas después de muchos meses en dique seco, así que vistas las buenas previsiones que había para la noche del pasado 27 de diciembre, me decidí a salir hacia mi lugar habitual de observación en Korres, en el Parque Natural de Izki. Siempre me ha gustado salir con tiempo para poder montar el telescopio y todos los accesorios con la luz del atardecer, pero pocas veces lo consigo. Esto tiene un evidente lado práctico para cualquier actividad de montaje de piezas (el plantar un telescopio y sus accesorios no deja de ser una actividad de montaje al más puro estilo Ikea), pero también tiene para mí una componente emocional. El hecho de ir montando el telescopio mientras la luz va cayendo poco a poco y las estrellas empiezan a aparecer en el cielo, es una sensación que para mí no tiene precio.
Esta vez quería continuar con mi proyecto de completar el catálogo Herschel-400 con el dobson LB-JLV de 12” (un antiguo Meade Lightbridge con montura de Joan López Vila) y hoy tocaba darles un buen empujón a los objetos situados en las constelaciones de Escultor, Acuario, Piscis y Cetus, que a estas alturas del año ya empiezan a declinar y, si no las acabo, me quedarán pendientes (de nuevo) para el 2025. Junto a mí, para ayudarme a completar la misión, toda la ristra de oculares ES de 82º de 30 mm, 24 mm, 14 mm, 8.8 mm, 6.7 mm y 4.5 mm.
Las condiciones de observación se fueron poniendo exigentes dado el intenso viento que soplaba desde el sureste y que amenazaba con arrastrar hasta mi localización un paquete de nieblas bajas que llevaba casi todo el día aparcado en el valle de Santa Cruz de Campezo. Ni que decir tiene que, a mayor tamaño de telescopio, mayor efecto vela hace contra el viento, con las consiguientes vibraciones en la imagen y la ristra de improperios en mi boca. Pero todo no iba a ser malo puesto que el viento, que soplaba fuerte por momentos, eliminaba de mi entorno cercano la humedad que en estos meses de invierno puede hacer que te vuelvas para casa de vacío con los espejos del telescopio empañados, así que una cosa por otra… Tras ajustar la colimación del dobson (que bien colimado aguanta el jodío después de meses sin usarlo), alinee el nuevo buscador óptico 8×50 que acabo de adquirir. Se trata del típico buscador recto, pero con la salvedad de que muestra una imagen corregida, es decir, nada de inversiones de imagen N-S o E-O. Lo que ves por él es el cielo en su posición geométrica natural, con la ventaja que ello supone a la hora de orientarte en los desplazamientos mediante salto de estrellas con cualquier atlas estelar al uso. Una chorrada como esta me ha parecido una revolución total a la hora de observar porque no pierdes tiempo traduciendo mentalmente la imagen invertida de un buscador genérico con respecto a la carta estelar que estás usando. Totalmente recomendable.
En cuanto al listado de objetos, empecé por los correspondientes a Escultor. Tres objetos, de los que conseguí observar dos, puesto que fallé a la hora de localizar NGC-613, una galaxia de magnitud 11 pero de poco brillo superficial. Para compensar me llevé una de las imágenes de la noche, la fantástica galaxia del Escultor o NGC-253. Ya la había visto anteriormente con otros telescopios, pero… Qué burrada de objeto! Grandote y brillante, y con indicios de irregularidades y condensaciones en ciertas partes de sus brazos espirales, qué pena que esté tan bajita en el horizonte.
A continuación, paso a Acuario, un poco mejor situada, y observo sin problemas los tres objetos que me quedaban de esta constelación, tres galaxias concretamente: NGC-7606, 7723 y 7727. Nada reseñable a mi juicio, pero quedan vistas. Ya que estamos por aquí me muevo hacia Piscis que sólo tiene 2 objetos en la lista del Herschel-400, ambos galaxias (NGC-488 y NGC-524). Ambas las localizo rápido y sin problemas, pero con la segunda me entretengo bastante rato puesto que por los alrededores hay un montón de pequeñas galaxias compañeras y consigo contar hasta 5 de ellas (NGC-525, 516, 518, 532 y 502) en un campo relativamente pequeño, moviéndome por la zona con el ocular ES 8.8 mm (170x). Cerca de NGC-488 veo que la app que manejo en la tablet como carta estelar me sugiere un objeto denominado Flying Ghost Galaxy o NGC-520. No se encuentra en el listado de objetos Herschel de la noche, pero sólo por el nombre, allá que voy de cabeza para encontrarme con una galaxia pequeñita que a priori no me dice nada, pero que al cabo de un rato con el ojo pegado al ocular de 8.8 mm parece revelar una estructura muy curiosa, como en forma de arco, que posteriormente comprobé en imágenes que se trata de dos galaxias, posiblemente espirales, muy próximas entre sí, interactuando y posiblemente en colisión, vistas de lado. Esta colisión nos podría estar dando una idea de lo que podría suceder con nuestra propia galaxia dentro de unos cinco mil millones de años, cuando la galaxia de Andrómeda choque con la Vía Láctea. Realmente curioso. Tengo que acordarme de ella para cuando pueda volver a visitarla con un telescopio de más abertura, a ver si le saco más detalle.
NGC-520 (fuente: Wikipedia)
Con estos objetos se me fue bastante tiempo, pero lo disfruté como un enano. Hago un descanso para coger fuerzas para el resto del listado y veo que las nieblas han avanzado por el valle donde se localiza Antoñana, empujadas por el viento, que lejos de disiparlas, las está extendiendo. Confío en que, al estar más alto, no me alcancen…
Con el miedo de tener que recoger pronto por culpa de la niebla, me propongo observar Júpiter, que a esas horas ya se encontraba bien alto en la constelación de Tauro. No me las prometía muy felices en cuanto al seeing visto lo visto con el vientazo que hacía, pero para mi sorpresa, había un seeing sencillamente perfecto. Eso sí, había que esperar a que las rachas de viento pararan para poder observar con calma. En cuanto intuí que el seeing iba a cooperar, fui rápido a montar el binoviewer con el glasspath de 1,25x y los oculares zoom de Baader. Madre del amor hermoso! Qué imagen a 234x! quieta, quieta, congelada, como si fuera una foto! Me faltaba aumento como para quedarme a gusto, así que quité el glasspath de 1,25x y enganché la barlow 2x que no aumenta por dos, si no que en esta configuración lo hace como por 3.5x o 4x aproximadamente. Es difícil de saber a ciencia cierta a qué aumento trabajaba, pero el caso es que la imagen con los oculares zoom puestos en las posiciones de 20 y 16 mm me daba, calculando grosso modo, entre 300x y 400x. Qué diablos! No me importa el dato! La imagen era más grande y el contraste aguantaba como un campeón. Creo que puedo decir que fue uno de los mejores Júpiter que he visto en mi vida. Por aquí dejo una estupenda imagen de la página web de ALPO Japan tomada por Olivier Meeckers que muestra muchos de los detalles que pude ver, como por ejemplo los festones gris oscuros que surgen de la NEB, así como las condensaciones de color marrón oscuro dentro de esa banda. Era muy muy curioso el color crema en la zona ecuatorial detrás de cada festón oscuro, contrastando con el blanco grisáceo de fondo, una preciosidad! Y la banda ecuatorial sur, la SEB, ¡ay la SEB! Parece que se lleva reportando desde hace semanas una rotura de esta banda con una irregularidad de color blanco que la parte casi completamente en diagonal, y ahí estaba, nítida como no os podéis imaginar, una imagen para recordar! Me llamó también la atención la ondulación en el borde sur de esta banda, como si fuera un ligero oleaje en un mar tranquilo, señal de que el seeing estaba en condiciones excepcionales para mi lugar de observación. Tres horas después volví a observar Júpiter pero las condiciones habían empeorado un poco, una pena porque ya asomaba la mancha roja por el borde…
Fuente: https://alpo-j.sakura.ne.jp/Latest/Jupiter.htm
Después de este buen sabor de boca con Júpiter ya casi me daba igual lo que pasara con la niebla, pero para mi sorpresa, a medida que el viento amainaba un poco, la niebla se había vuelto a estancar en las zonas más bajas de los valles, así que por el momento estaba a salvo de ser engullido por ella. Vuelta manos a la obra! una visita rápida a Marte aprovechando que tenía el bino instalado, pero no hubo suerte esta vez con la imagen. Simplemente me había tocado lo que los yankees llaman “the boring side of Mars”, sin apenas rasgos superficiales destacados más allá de los casquetes polares y de alguna zona gris oscura junto a ellos.
Cambio el binoviewer por oculares para cíclopes (;D) y seguimos con el listado Herschel en Cetus. Y empezamos con un objeto que me ha sorprendido muy gratamente, la galaxia NGC-157. A priori parece una pequeña galaxia anodina, enmarcada entre dos estrellas de magnitud 8.5 y 9, y con una estrella más débil casi superpuesta en el extremo norte de la propia galaxia. Alternando entre los oculares de 8.8 (170x) y 6.7 mm (223x) por momentos me parece intuir un brazo espiral que surge desde el lado oeste de la galaxia en dirección sur, pero es una visión ya en el límite de lo que puedo llegar a detectar. Sin embargo, al cabo de un rato me parece apreciar que sale otro brazo, menos definido en el lado este de la galaxia. Es difícil hacerme una idea general de la estructura porque cuando consigo “confirmar” uno, el otro me desaparece y me hace dudar de la dirección de la espiral. Un objeto muy chulo y de obligada visita cuando pueda usar mayor diámetro.
Continuando con el listado de objetos de Cetus, fueron cayendo uno a uno con más o menos dificultad, debo decir que sin pena ni gloria, hasta que me topé con NGC-908 y NGC-936. La primera es una galaxia espiral bastante brillante situado en un rico campo estelar. A medida que avanzaba el tiempo de observación se iba haciendo más o menos evidente un brazo de la estructura espiral que surge hacia el Este. Una imagen realmente bonita. En cuanto a la segunda, NGC-936, es una galaxia espiral barrada, pequeñita, pero muy muy resultona, y es que sin demasiada dificultad empecé a intuir a ambos lados del núcleo lo que parecían dos orejas, lo que le daba al objeto un aspecto de nave de Star Wars. Otro objeto más a revisitar cuando pueda contar con un telescopio mayor. Estos dibujos sacados del Interstellarum Deep Sky Guide dan una idea bastante realista del aspecto general que se podía apreciar al ocular de 8,8 mm, salvando las distancias por el menor diámetro del telescopio que he usado yo:
Después de 5h de observación, tras un día de trabajo, el cansancio empezaba a hacer mella así que ya lo último que me quedaba era caracterizar, como siempre, el cielo de esa noche mediante el SQM y el termómetro infrarrojo. El SQM se quedó en un mísero 20.9 y el valor del termómetro infrarrojo estaba fuera de rango, lo que significa que la temperatura infrarroja en el cénit era inferior a -40ºC. No es que los valores máximos de SQM típicos de esta zona sean mucho mayores (el máximo que he medido creo que fue 21.2), pero es que ese valor se me antojaba bajito para las condiciones de observación que pude disfrutar, lo que me hizo pensar que el espectacular dato infrarrojo, reflejo de una ausencia de humedad en altura, lo compensaba en gran medida aportando un extra de contraste a los objetos observados.
Dobson 12″ LB-JLV equipado con Binoviewer
Y así, con una sonrisa de oreja a oreja y con todo lo que había observado aún fresco en la retina, me dispuse a recoger todo el tinglado, deseando que no pasen tantos meses para poder disfrutar otra vez del cielo nocturno.
David Sedano
La Otra Mitad